Crea con tus hijos un frasco de la
calma para trabajar las emociones
El frasco de la calma es una de las
técnicas educativas más conocidas del método Montessori. El hecho de que sea
muy fácil de implementar y que ofrezca resultados favorables a muy corto plazo
son algunos de los aspectos a su favor que han contribuido a que padres de todo
el mundo recurran a él para enseñar a sus hijos a gestionar sus emociones.
Básicamente, el frasco de la calma es un frasco relleno de escarcha y agua que
está diseñado para ayudar a los pequeños a reducir los estados de ansiedad y/o
enojo. No obstante, también es una técnica muy eficaz para estimular
la concentración y la atención selectiva.
El frasco funge como una especie de
canalización emocional, a través del cual el niño libera las emociones
negativas que no sabe gestionar. Mientras lo agita, se liberan las tensiones
emocionales acumuladas y, cuando estas se reducen y el pequeño deja finalmente
de mover el frasco, el efecto de la escarcha descendiendo lentamente ejerce una
acción relajante adicional que elimina todo vestigio de irritación o ansiedad
en el pequeño. De hecho, es un método muy efectivo para
tratar el trastorno de ansiedad infantil y la hiperactividad, pero
también puede ser útil en los niños con autismo y problemas de conducta.
El frasco puede utilizarse en cualquier momento,
por lo que lo ideal es que el pequeño lo lleve siempre consigo para que cuando
se sienta ansioso o enfadado pueda recurrir a él. No obstante, también puede
estar guardado en un lugar específico de su habitación al que el pequeño tenga
acceso en todo momento.
Una estrategia muy útil para motivar rápidamente al
niño a usar el frasco de la calma consiste en confeccionar un bote
personalizado en familia. Después de haberle puesto su sello personal,
seguramente se animará a llevarlo consigo y usarlo. Si no sabes cómo hacer un
frasco de la calma, te lo explicamos paso a paso.
¿Qué necesitas para hacer un frasco de
la calma?
·
Un frasco de vidrio o una botella de
plástico, preferentemente transparente y que no tenga etiquetas.
·
Escarcha (también conocida como
purpurina, brillantina o diamantina) a elección del niño, aunque lo ideal es
decantarse por tonos claros pues son más relajantes.
·
Pegamento glitter o transparente.
·
Agua del tubo.
·
Colorante alimentario para darle
color al agua. (opcional)
·
Una cuchara sopera y otra pequeña.
Los pasos sencillos para confeccionar
un frasco de la calma
1. Vierte el agua del tubo en el
frasco de vidrio o la botella de plástico hasta llenar 1/8 del
recipiente. Si el niño es muy pequeño es recomendable que se decida por una
botella de plástico para evitar que se rompa y pueda hacerse daño.
2. Luego, añade dos cucharadas soperas de pegamento
al agua. Ten en cuenta que mientras más pegamento añadas más tiempo tardará
la escarcha en descender, de manera que tendrá un efecto más
relajante.
3. Seguidamente, deja que el niño escoja el color de
escarcha que más le guste y añade al agua unas 3 o 4 cucharaditas llenas de
escarcha. Remueve para que la escarcha se mezcle bien con el agua y el
pegamento.
4. Agrega dos o tres gotas del
colorante que el pequeño haya escogido para darle color al agua. Una
vez más, intenta que se trate de un color tenue para que el efecto calmante sea
mayor.
5. Rellena la botella con más agua
o ponle un poco más de escarcha si no es suficiente. Luego, colócale
la tapa y ciérrala con fuerza para que el agua no se salga al remover la
botella. ¡Listo! tu hijo ya tiene su propio frasco de la calma.
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